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10/10/2018 - 08:27 General
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“El mundo de transformación en el que vivimos influye directamente en la aparición de trastornos mentales propios de la adolescencia como trastornos de personalidad, trastornos psicóticos, trastorno del estado de ánimo o consumo de drogas”, señala Arturo Marín, psicólogo de la Unidad de Infanto-juvenil de la Clínica Nuestra Señora de La Paz, en Madrid.

Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental que se celebra el 10 de octubre y cuyo lema este año es “los jóvenes y la salud mental en un mundo en transformación”, María José Martín, psiquiatra responsable de la unidad, alerta de que la adolescencia “es la etapa de nuestro ciclo vital donde se producen algunos de los cambios físicos y psicológicos más bruscos y desafiantes en la vida de la una persona”. “Esta etapa -añade- se caracteriza por el inicio de la construcción de nuestra identidad, la diferenciación progresiva del núcleo familiar y la consolidación de las relaciones íntimas con iguales. Por ello, el adolescente es susceptible de sufrir situaciones de crisis de identidad y relacionales donde se ponen en juego sus capacidades para regular las emociones, mantener estable la autoestima, controlar la impulsividad y resolver conflictos interpersonales. El desarrollo de estas capacidades y la intensidad de estas crisis, están directamente relacionados con el contexto familiar y social donde se desarrolla el adolescente”.

Arturo Marín, señala que “en los últimos años hemos sido testigo de cambios importantes en este contexto, los cuales pueden dificultar el desarrollo del adolescente e intensificar las crisis propias de su edad”. Alguno de estos problemas, destaca el psicólogo es que “hoy día el adolescente se enfrenta a mayores dificultades a la hora de establecer vínculos seguros y estables con familia y amigos; su autoestima queda determinada por la importancia de la imagen, donde las redes sociales aparecen como criterio básico para establecer su autoconcepto, al igual que su tolerancia a la frustración y el autocontrol de los impulsos, cuyas dificultades aparecen como reflejo de una sociedad donde hay una primacía de la satisfacción inmediata y de la competitividad”.

Ante esta perspectiva, ambos profesionales consideran de suma importancia “establecer mecanismos de prevención e intervención temprana para evitar la consolidación de trastornos mentales que impidan el desarrollo y crecimiento del adolescente”. “Dicha prevención debe abordarse de forma multidisciplinar por profesionales del ámbito educativo, con los orientadores como primer eslabón, social y de la salud mental para que puedan intervenir de forma integral en los problemas del adolescente”, explican. La creación de programas psicoeducativos, la educación emocional, la concienciación sobre el bullying…, son algunos ejemplos.

Primer paso, la identificación

Los ámbitos en los que el adolescente se mueve son la familia, los amigos y el centro educativo. Por este motivo, el papel de los padres en la identificación del problema es fundamental. “A pesar de ser una edad en la que los adolescentes son muy celosos de su intimidad con sus padres -manifiesta el psicólogo-, éstos tienen pueden ser capaces de percibir cosas que, aparentemente son superficiales, pero pueden estar transmitiéndonos señales: la bajada del rendimiento académico de forma brusca, un mayor aislamiento, cambio de amistades, excesivo encierro en su habitación…”. “En el caso de la depresión o la ansiedad, también suele ir acompañado de una mayor hostilidad con los padres y hermanos”, añade.

Los centros educativos son otro ámbito en el que deben percibirse estos cambios. En este caso es importante observar el rendimiento académico, el desafío a la autoridad, la trangresión de las normas, su relación con el resto de compañeros e incluso una búsqueda afectiva excesiva en el profesor. “Lo más importante en todos los casos es notar un cambio brusco en la personalidad y forma de comportarse con el entorno”, alertan los profesionales.

Causas y pasos adelante

Como alerta Arturo Marín, la psicopatología en los últimos años ha cambiado. En la actualidad, gran parte de los trastornos emocionales y conductuales de los adolescentes tienen su origen “en patrones de apego inseguro donde prima un vacío emocional y una sensación de rechazo, lo cual provoca el deterioro de los vínculos afectivos y la fragilidad de las relaciones en la primera infancia. Estos trastornos provocan problemas emocionales de identidad y de relaciones, ya que la tendencia es la creación de chicos frágiles a la hora de enfrentarse al mundo”.

El conocimiento y la experiencia adquirida en la Unidad de Infanto-juvenil de la Clínica Nuestra Señora de La Paz les hace ser firmes en cuanto al papel de los progenitores o educadores: “la autoridad y los límites implican seguridad. Tener un referente fuerte que me ayude en momentos de dificultad es imprescindible. Una autoridad firme y estable sin ser agresiva que permita darle al menor la libertad adaptada a su momento”.

“Pero no se trata de culpabilizar, ya que este sentimiento puede bloquear la búsqueda de soluciones -explican-. Lo importante es tener la capacidad de responder y pedir ayuda a los profesionales de salud mental o a los servicios sociales”. “El papel de la familia es estar alerta y observar si algo va mal. Tanto o más importante que evitar posibles conflictos en la relación, lo cual en muchos casos es inevitable, es la capacidad de reparar la situación”, concluyen.